jueves, 22 de septiembre de 2011

Muerte a la desesperanza

Los médicos, los bomberos y todos aquellos que tienen contacto casi diario con la muerte, hacen que toda la parafernalia de partir, sea más sencilla.
Pero estar hablando de ella todos los días, mientras se espera que alguien parta, es complicado, porque es la espera y el deseo de que no llegue conviviendo en una misma casa.

Sí, aún queda mucho por recordar, aún queda mucho por decir, pero el tiempo no da más espera y cada día desgaja un poco de vida.

Es claro que la imagen patética y cruel de un esqueleto en la cama no deja más que desear. De aquel hombre lleno de garbo, cuyos años mozos los pasó sentado en cantinas bebiendo los mejores licores, mientras tocaba un par de canciones y conquistaba a las muchachas del sitio, sólo queda eso, huesos en una cama y una débil voz que de vez en cuando se sube de tono para dar ordenes.

Qué difícil le es desprenderse de la vida, y no es para más. 83 años de canciones y placeres no son fáciles de dejar, además no debe ser fácil escuchar a un desconocido que finge afecto, mientras recomienda que lo mejor es que se deje morir, tampoco debe serlo el hecho de saber que la familia entera está despidiendolo desde hace ya 3 años y nada evoluciona. Es evidente que cuando se quita la camisa para bañarse, nunca se mira al espejo, sino se daría cuenta de que ya no hay mas pasos a seguir.