jueves, 11 de febrero de 2010

La silueta perdida

Se pierde tu rostro, se esfuma entre los días y las nuevas caras que parecen mostrar ansiedad ante la posibilidad de nueva carnada. Se va entre la niebla de la ciudad perdida y poco a poco una voz, tu voz, se convierte en lo que debería ser una imagen y ya no hay más sonrisas ni más besos y sólo entonces logramos descubrir que ya no somos lo que éramos. Pero nace un juego, juego de adivinanzas, de palabras, y parece que ganara el que sepa quién se difumina primero en el lienzo que el pintor desechó.

Se pierde tu rostro y es como si después del abismo no quedara nada de lo que parecía estar esperando; los espejos ya no reflejan tu rostro, rostro que ya no existe porque al pasar de los días se desvanece entre el humo, la ansiedad, el licor y un vaso de vino que sólo espera las expectativas del nuevo mundo.

Se desvanecen tus manos, esas que se unieron para levantar al otro; y ya no veo el rostro que se perdió tras las largas charlas sin palabras.

Se pierde tu rostro, se esfuma entre los días y las largas noches, se pierde tu rostro y mi mente parece no recordarlo.

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