No sé cuántas cosas dejé de hacer; sólo sé que pude morir y llorar sin sentirme viva.
No sé cuántas cosas dejé de hacer pero sé que pude reconocer mi fragilidad ante alguien que sí le importa mi fuerza.
No sé que perdí despues de la cita, pero gané tranquilidad por un instante.
Cada cita era algo diferente, cada tarde era una emoción confusa pero el desespero primaba después de que salía y no lograba entneder por qué tanto racionalismo, la oportunidad de reir era un rpivilegio y llorar era imposible; entonces otra vez venía el recuerdo de aquel año en el que decidí amar lo que hacía y me quedé en un punto medio.
viernes, 30 de abril de 2010
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